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Después de grandes tormentas y penalidades, los marinos
ingleses lograron cruzar tres fragatas por el Estrecho de
Magallanes. el Centurión, la nave almirante; el "Gloucester",
y el "Wager", que se estrelló en los
arrecifes de los Chonos exponiendo a sus náufragos
que salvaron horribles penalidades.
El 23 de mayo, el Centurión sufrió a inmediaciones
de las costas de Chiloé un recio temporal, que le despedazó
todas las velas, rompiéndole varios obenques y lo tumbó
a babor. El "Savern" y la "Pearl"
no pudieron doblar el Cabo de Hornos y tuvieron que devolverse
a las costas de Brasil.
La ventaja conseguida por el "Centurión"
tuvo su duro precio: la intemperie, el arduo trabajo,
la escasez de provisiones y las aguas descompuestas enfermaron
a su tripulación.
En abril se echaron al mar a 30 tripulantes fallecidos de
escorbuto, y en mayo, a 80.
Cuando en junio, Lord Anson, que era uno de los cuatro oficiales
que sobrevivían, divisó entre las brumas el
peñón de Juan Fernández, pensó
que allí cavaría su tumba porque el navío
era un flotante ataúd. Cinco meses tardó el
Centurión en la derrota del Cabo de Hornos. A fin de
orientarse, perdida la brújula en las tormentas, el
barco divisó las costas de Chile y recobró su
extraviada ruta.
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Escapado del furor del océano
y de la impericia de sus enemigos Lord Anson acercó,
el 10 de junio, el "Centurión" en la
bahía que, denominó "Cumberland",
que quiere decir "Tierra de la obstrucción",
y que los españoles llamaron siempre de San Juan
Bautista. Era tan desastroso su estado que no pudo fondear
el barco, a falta de brazos para la maniobra. Sólo
pudieron echar un bote a tierra, que volvió cargado
de pasto salvaje que crecía en abundancia en las
laderas. Los enfermos se lanzaron sobre este áspero
refrigerio arrastrándose sobre cubierta como moribundos,
lo devoraron con delicia. |
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Fortalecidos, pudieron
el día siguiente acercarse al fondeadero, y al ver las
alegres cascadas invernales que quebraban con delicioso ruido
sobre las rocas de la playa, los agonizantes expiraban sobre
el puente con dulce sonrisa, muriendo doce marinos al divisar
tierra. Al entrar en la bahía vieron otra vela; era uno
de los navíos perdidos de la flota, el Tryal.
Los días siguientes la marinería bajó a
tierra, y la desolada tripulación encontró en
la paradisíaca isla los vegetales, que junto a la carne
de cabra y peces, eran saludables para los enfermos. Dos meses
estuvo esperando el comodoro inglés que se le reunieran
los demás buques de su escuadra. Con la llegada de los
dos transportes de víveres, pudo desembarcar sus necesitadas
provisiones, Lord Anson ordenó colocar en el bosque un
horno de cobre, que cada día, daba pan fresco a los enfermos.
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El capellán del Centurión,
Richard Walter, relata que el marino Inglés hizo
sembrar semillas que traían de Europa, como chirivias,
lechugas, puerros y zanahorias.
Los trescientos sobrevivientes de aquella escuadra se
restablecieron por el sano y vigoroso clima. En agosto
ya habían algunos capaces de cortar leña
en las quebradas.
Los ingleses encontraron chivos, y por la señal
de su oreja partida, reconocieron que había pertenecido
al rebaño que, hacía treinta y dos años,
marcara el solitario Selkirk. |
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Mientras los carpinteros
del Centurión reparaban los buques de la flota, se instaló
Lord Anson en un lugar encantador, a seis cuadras de la playa,
en un claro del bosque. Paraje donde, debido a lo exuberante
de la vegetación, exclamó : "Abran una
ventana en el bosque, que quiero ver el mar",... hasta
hoy ese lugar se conoce como el Valle de Lord Anson.
En bahía Cumberland se juntaron los barcos de la escuadra
inglesa. En junio llegó el Gloucester, sin palo mayor;
los fuertes vientos no le permitieron acercarse a tierra impeliéndolo
hacia la isla de Más Afuera. El capitán Mitchel
observó que "no tenía más que rocas
descarnadas y estériles, siendo su tamaño de cuatro
millas de largo"
Un mes después, el Gloucester anclaba en bahía
Cumbedand, con su tripulación diezmada, quedando sólo
tres hombres, incluido su capitán, aptos para la maniobra
de fondear en esta rada. El navío Ana apareció
a mediados de agosto. |
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Los escritos de esta sección
llamada "La historia de...", fueron extraídos
de los resúmenes basados en libros y artículos
del archipiélago de Juan Fernández y documentos
recopilados por años por don Victorio Bertullo Mancilla,
Profesor e Historiador y actual Director de la Casa de la
Cultura de Juan Fernández.
La adaptación de los textos y edición del material,
estuvo a cargo de la Sra. Mayling Ayala Araya, Publicista. |
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