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En 1842, fue arrojado a sus costas un marinero escocés,
Archibald Osborn, en condiciones similares a Selkirk, como
Robinson Crusoe. Era éste un ser siniestro y sospechoso
que había desembarcado, cuando lo expulsaron de una
nave ballenera, con una damajuana y sus armas, su baúl,
una olla de hierro, una docena de cachimbas, tabaco y dos
navajas. En lugar del imaginario Viernes, Osborn se hacía
acompañar por un inglés, joven y de hermosa
estampa, llamado Juanito.
Residió varios meses sin más compañía
que Juanito, cuando al año siguiente fondeó
en el puerto una goleta que, cual arca de Noé, traía
hombres y animales.
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Eran los llegados verdaderos
dueños y señores naturales de la isla. Componíase
aquella familia de doce personas, y era el patriarca un
anciano nacido en Juan Fernández en 1780. Se llamaba
Francisco Javier Maurelio, y lo acompañaban su
esposa y una prima hermana, Mercedes Henriquez, soltera
cuarentona. Tenía Maurelio cinco hijos, de los
cuales uno, Pedro, era varón. La hija mayor, Micaela,
era bellísima , al igual que Galia, y las dos pequeñas,
Mariana y Simona. Serían en breve las "Elenas"
de una guerra de Troya en el Pacífico. |
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Venía también la joven
esposa de Pedro, Carmen Jaque, de 20 años recientemente
casada; y acompañaban a la familia Maurelio dos peones,
José Moraga y Bartolo Calderón.
Los llegados del continente no fueron bien recibidos por el
desterrado escocés en su selvático paraíso.
A pesar que Osborn era un intruso, en los primeros días
reinó la paz en la pequeña colonia. Los Maurelio
encontraron a los dos ingleses instalados en las lóbregas
y húmedas cuevas de los presidiarios coloniales; les
invitaron a participar en su provisión, mientras Osborn
y su juvenil compañero ayudaron a levantar las rústicas
cabañas para su habitación.
Archibald Osborn era un hombre joven, robusto, blanco y de rubia
cabellera, atrayente de figura, y en presencia de aquella familia,
en que reinaban cuatro mujeres jóvenes y hermosas, fraguó
un plan para su conquista, y convertirse en el único
poder en la isla, desplazando al viejo Maurelio. |
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Hombre suspicaz
Osborn entendió que la lucha por la fuerza era
imposible. Convenció a los temibles tripulantes
de los buques balleneros que recalaban en la isla del
reparto de las hermosas criollas. Cuatro marineros, pertenecientes
a la barca ballenera "Fellow", de Stonnington,
desertaron con sus armas. Estos aventureros se llamaban
Santiago Sandford, Jacobo Mackensy, Juan Guillermo y Tomás
"Bird", que los isleños denominaron Báez. |
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Osborn era un hombre
temible. En cierta ocasión que un marinero se había
embarcado en un bote, de regreso a su barco, sin pagarle un
consumo, cogió un rifle y disparó sobre el fugitivo
con la mayor sangre fría.
La familia isleña había entrado en sospecha; las
mujeres habían visto a Osborn rondar de noche en torno
a sus cabañas, y el padre y los maridos prohibieron al
náufrago y sus compañeros el acceso a su casa.
Una sorda y violenta guerra civil estallaba en esos dos grupos
de solitarios. El "estado de naturaleza" había
surgido en aquella lejana roca y suprimida toda ley y garantía,
no quedaba sino la fuerza bruta y la astucia. |
Una mañana, armados con sus hachas, se encaminaron
los hombres de los Maurelio a la caverna de los desterrados,
en momentos en que Osborn y sus secuaces habían
salido a la leña. Juanito que custodiaba el fogón,
fue sorprendido velando las armas. Apoderándose
de éstas, corrieron al monte a librar batalla
a los intrusos. Todos se rindieron, excepto Osborn quien
escapó, hasta que una bala vengadora del patriarca
de los Maurelio, lo hirió atravesándole
el vientre.
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En ese momento atracaba la barcaza ballenera "Cambrie",
y los isleños pidieron al capitán que recogiese
a bordo a Osborn y sus compañeros, pero éste
rehusó aquel acto de salvamento. Dejados los Maurelio
a su libre albedrío, colocaron a Osborn en la cima
de una colina a la vista de su morada, formaron un consejo
de guerra primitivo entre los lugareños, y le condenaron
a muerte. En su creencia ingenua, y en la aplicación
del derecho de dominio se forjaron los isleños de Juan
Fernández, como los primeros colonos de una lejana
posesión, cuyo derecho era preferente, no sólo
para legislar, sino ejecutar ellos mismos sus justicia.
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Notificaron su fallo al marinero,
y después que Osborn oró unos minutos, el
patriara Maurelio le atravesó con una bala al corazón.
Los Maurelio enterraron al marinero escocés al
pie de un árbol, y la isla quedó en paz.
El tiempo pasó, y llegó la goleta de guerra
"Janequeo", a bordo de la cual los isleños
relataron su aventura, lucha y descenlace. El capitán
les notificó que se habían hecho reos de
un delito de ley común, y debían ir al continente
a dar cuenta a la justicia ordinaria de su crimen. |
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A bordo de la
"Janequeo" se levantó acta del proceso con
la inocente exposición de los Maurelio, quienes fueron
transportados a Valparaíso, donde el juez de primera
instancia condenó a padre e hijo a la pena ordinaria
de muerte a tiro de fusil. Esta sentencia fue expedida en 1844.
Dicho fallo fue revocado cuatro meses más tarde, fundándose
la Corte Suprema en que los habitantes de la isla se hallaban
en estado de naturaleza, sin policía y sin ley, en el
momento del homicidio. El supremo tribunal declaró que
los Maurelio se habían excedido en el uso de la protección
natural que se debían, y condenó al padre, Francisco
Javier, a cinco años de destierro.
El viejo Maurelio cumplió la severa sentencia, y este
patriarca de las islas regresó, años más
tarde, anciano e inválido, al hogar que en Valparaíso
fundaron sus hijos, hasta que volvieron a la roca del Pacífico,
que era su original morada.
El proceso de los Maurelio despertó conmoción
en su época, y se guardaba en la oficina del escribano
Díaz, desde donde lo extrajo Benjamín Vicuña
Mackenna, para darle pública posteridad. |
Años después se publicó un libro
novelesco, "Crusoe's Island", por Ross
Browne, donde el autor relata esta historia contada
por un refugiado norteamericano, Guillermo Pearce, que
encontró al escritor en la isla en 1849. Browne
trata de manera ramántica este enfrentamiento
entre la ley primitiva y la civilizada. Osborn figura
como el amante de la mujer de Pedro Maurelio, Carmen
Jaque, quien mata a su rival, y la desdichada adúltera
vaga inconsolable por la playa y el monte del peñón
solitario.
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El escritor chileno
Jorge Inostroza, en la "Justicia de los Maurelio",
se basó en la romántica novela de Browne, a la
que agregó otra pasión, en la figura de Mercedes
Henriquez, la soltera prima del viejo Maurelio, viviendo un
ardiente romance con el carismático Osborn. Varias plumas
se inspiraron en esta fuente atractiva por su mezcla de acción,
pasiones, soledad robinsoniana que convierten la historia de
los Maurelio en una novela actual.
El hijo del patriarca Maurelio hizo fortuna y murió en
1822 en Valparaíso, cuya partición correspondió
a su viuda, Carmen Jaque e hijo, Luciano Maurelio, nacido en
la época de las turbulencias de la isla.
La segunda hija, Galia, famosa por su belleza, se casó
con un inglés que pasó por la isla, y llegó
a ser Lady en la corte de Saint James llevando hasta Europa
la fama de estas "Elenas de los mares del Sur". Su
hermana Micaela, la causante de la tragedia, falleció
en Valparaíso hacia 1880. |
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Los escritos de esta sección
llamada "La historia de...", fueron extraídos
de los resúmenes basados en libros y artículos
del archipiélago de Juan Fernández y documentos
recopilados por años por don Victorio Bertullo Mancilla,
Profesor e Historiador y actual Director de la Casa de la
Cultura de Juan Fernández.
La adaptación de los textos y edición del material,
estuvo a cargo de la Sra. Mayling Ayala Araya, Publicista. |
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