Pesca Artesanal de Langosta

jaime y manuel schillerAntes de la llegada del Barón de Rodt, ya llegaban barcos, principalmente ingleses, los cuales pedían permisos provisorios para venir a explotar el producto cuando la isla estaba prácticamente deshabitada. Pero precisamente fue a través de De Rodt, que comenzó a extraerse el crustáceo con técnicas de pesca muy sofisticadas y artesanales, con fines económicos de exportación, creando la empresa conservera, aprovechando los contactos con Europa, pues el autodenominado Barón traería hasta la isla Robinson Crusoe, pescadores del sur de Chile, principalmente del sector de Constitución, los cuales aportarían con técnicas de pesca y construcción de embarcaciones, las cuales siguen la misma lógica hasta la actualidad, sin contar el ingreso de botes de fibra, que han sido la última tecnología implementada entre los pescadores isleños.

Estos botes se caracterizan por lo elevado de sus proas y popas y un ancho mayor, que han hecho de esta embarcación uno de los tintes característicos de la pesca en el archipiélago, ya que se ha mantenido el modelo fabricado a nivel local y muchos pescadores también la han incorporado al diseño de los modernos botes de fibra. Así, la construcción de estas embarcaciones de madera, con gran estabilidad debido a su estructura particular, se ha efectuado por los propios astilleros isleños, que fueron adquiriendo la habilidad.

Esta herencia astillera, aún permanece entre unos pocos expertos, que utilizan ciprés, reemplazando la madera endémica, para emplantillado o esqueleto del bote y las tablas, moldeando la madera por medio de calor extraído de una suerte de cañón y terminando con terminaciones de eucaliptus en un plazo aproximado a 45 días, dando como resultado poderosos botes, muchos de los cuales hoy tienen más de cincuenta años de uso, restaurándolos periódicamente, pero manteniendo la misma estructura.

En este primer intento de embarcación, la navegación contaba con velas, remos y no más de tres tripulantes, pero luego se fue probando la introducción de un motor, logrando un sistema de instalación dentro del bote y no fuera, como ocurrió en los primeros intentos; con un cajón impermeable y con una salida de la pata del motor con su hélice por el costado extremo de estribor. Todo esto trajo consigo un menor esfuerzo en el arte de la pesca, no totalmente alivianado, pero permitiendo bajar las velas y descansar los remos, ahora más pendientes de dirigir el motor y recorrer las millas con mayor rapidez, sin importar tan trascendentalmente las condiciones del viento.

En un primer momento, con no más de diez familias de pescadores, la captura de langostas consistía en la utilización de un canasto, que provenía de la técnica de captura de jaibas en el sur de chile, compuesto de un aro de fierro y un buche con carnada al fondo, que generaba una red en forma de embudo alrededor del aro, para que el crustáceo pudiera ingresar y quedarse comiendo durante un par de horas.

Pescadores-Juan-Fernandez

Esta técnica implicaba la preparación de los canastos con carnada en el fondo para ponerlos en el mar caída la noche, ya que es en ese momento cuando las langostas salen a comer fuera de las rocas, lo que implicaba un “canasteo” cada una o dos horas, subiendo esta trampa hasta la superficie para recoger el esperado producto. Así, implicaba el hundimiento de los canastos en hileras con cierta distancia, lo que implicaba que los pescadores calaban un canasto, ejercían todas las maniobras y luego seguían haciendo lo mismo con el segundo, hasta el décimo aproximadamente. Cuando terminaban de calar el último canasto, el bote se devolvía hasta el primer canasto, habiendo transcurrido ya las dos horas y comenzaba a subir el canasto, que tenía que ser de forma rápida ya que ahí venían las langostas junto a algunos peces. Terminada la subida a la superficie del canasto, se volvía a repetir lo mismo, hasta por tercera vez. Ésta era la faena de trabajo, las embarcaciones eran arrastradas hasta donde se encontraban las “marcas”, por un pequeño barco del dueño de la empresa, quien era el que recibía langostas a todos los botes, pues en primera instancia ningún pescador podía ser independiente.

Las “marcas”, una suerte de parcela marina, que entrega propiedad a los pescadores respecto a ciertos bajos (montañas rocosas), en donde se encuentran la langosta, están asociadas a un punto terrestre relacionado con la isla, ya que éste no se puede mover, por lo tanto marca el lugar en donde tal pescador encontró su bajo con langostas, la cual puede vender, heredar, cambiar, etc. Ellos son los únicos dueños de esas marcas, los pescadores artesanales de Juan Fernández, conformando así un arte muy ligado al territorio y al conocimiento del medio natural; toda una profesión de las corrientes, los vientos, el cielo y la tierra. Este sistema de marcaje, viene desde el principio del inicio de la pesca en Juan Fernández, pero aún los pescadores pueden seguir encontrando más marcas en distintos puntos de las islas, aunque éstas no son fáciles de adquirir.

Sin embargo, se reconoce que este sistema de «canasteo», volvía muy sacrificada la pesca, aplicando fuerza manual para tirar de los cordeles, que además se rompían al no ser de material muy resistente, y no permitía indagar más a fondo que 20 metros aproximados, lo que convertía a esta pesca en un arte que se expresaba a través del borde costero.

La actual técnica de captura de langostas se remonta a la utilización de una especie de jaula rectangular implementada a partir de la década del 40, cuando operaba la empresa Otto Hermanos. Esta trampa, como se denomina oficialmente está compuesta por dos marcos de tablas en los extremos y un armazón de varillas del árbol nativo de maqui, por poseer ramas largas, delgadas y derechas.

Hoy con la llegada en los años 70 del eucaliptus y su rápida propagación, se utilizan listones de este árbol bajo la misma lógica de la varilla de maqui.

Conservera Recard y Donier 1918

Esta trampa se divide en dos secciones con dos entradas respectivamente tejidas manualmente a través del buche en forma de embudo, el cual se ha aprendido de generación en generación entre la identidad de género masculino, ligada al sector pesquero de las islas, que permite la entrada pero no salida de la langosta, insertándose al fondo de este buche y parte media de la trampa, la carnada, determinada por el conocimiento de los pescadores, que terminará atrayendo la langosta hasta su jaula. De este modo, una vez atravesada la primera entrada, ella intentará seguir más a fondo, ingresando a la segunda entrada, queriendo escapar, pero quedando definitivamente atrapada, pero viva hasta que se rescata para mantenerla en viveros bajo el agua o para definitivamente comercializarlas o comerlas.

A esta técnica, se le pueden agregar ciertos cambios que los pescadores realizan de acuerdo a sus preferencias, pero la lógica de captura es la misma.

Más cercano a la actualidad, los pescadores han ido cambiando uno de los dos buches por una entrada en forma de tubo de plástico porque así a la langosta le cuesta más salir, debido a que sus patas se resbalan, pues con el buche ésta igual podía librarse agarrándose del tejido.

A esto, cabe señalar que la trampa desarrolló una mayor cobertura de captura, pudiendo penetrar más a fondo en el mar para buscar las langostas y por tanto alejarse más millas de distancia.

Junto con ello un hito importante que marcó la pesca artesanal en la comunidad, fue el término de la compañía Otto Hermanos y otros empresarios, que compraban todas las langostas a los pescadores manteniendo el monopolio del negocio, reemplazado por lo que se denominaría la Cooperativa de Juan Fernández, agrupación que le otorgaría mayor autonomía a los pescadores.

La pesca artesanal y captura de langostas en el archipiélago de Juan Fernández, ha demostrado ser además de la principal fuente económica de la comunidad, todo un arte ligado al medio natural en el que se encuentran las islas. El conocimiento aplicado a las mareas, las corrientes, el viento, las estrellas, la luna y la tierra ha dado como resultado pescadores con identidad isleña, todos fuertemente identificados con el territorio y una historia familiar ligada a éste, quienes, a través de la memoria, han contribuido a la herencia de sus saberes, perpetuándolos a través del tiempo, conformando de esta manera la identidad que se plasma a través del recuerdo.

En actualidad también han surgido estrategias con el compromiso de proteger el producto marino de mayor valor económico, se ha creado la estrategia de veda de langostas, que comprende los meses de mayo a octubre, para que la langosta tenga el tiempo para reproducirse y de paso disminuir la extracción. A su vez, se le otorgó una medida de 11,5 cm de caparazón, para obtener langostas maduras y dejar crecer y reproducirse a las más pequeñas. Ésta puede ser capturada exclusivamente por pescadores artesanales del archipiélago de Juan Fernández a través de la tradicional pesca artesanal y no por otro medio, respaldado por el carnet de pescador que oficialmente exige la armada.