El Mítico Robinson Crusoe: Alexander Selkirk

Crusoe by PagetRobinson Crusoe, personaje literario conocido mundialmente en la novela de Daniel Defoe, interpreta al desolado Alejandro Selkirk, marinero escocés que permaneció en completa soledad durante cuatro años en la antigua isla Santa Cecilia. “Este marino se llamaba Alejandro Selkirk y vivió solo cuatro años y cuatro meses, hasta que fue recogido en 1709 por el capitán Wodes Rogers» (Orellana, 1975, p. 14).

En cuanto a la aventura de Selkirk en el mar, la historia cuenta que este hombre era de apellido verdadero Selcraig, y que luego lo cambió a Selkirk, siendo oriundo de Escocia, perteneciente a un pueblo llamado Largo.

El menor de siete hermanos, todos hombres, había nacido en 1676, en la edad de los bucaneros, i desde temprano mostró un espíritu turbulento, amigo de bulliciosas carrerías i de pendencias, aun entre sus hermanos de mayor edad a quienes en nada acataba así como a su anciano padre Juan Selcraig (Vicuña Mackena, 2010, p.105)

Se destaca la personalidad de Selkirk como altanera y llevado a su idea, le gustaba la aventura y hacer las cosas que le apasionaban, tanto así que decidió internarse en la mar con todos los costos de sacrificio que significaba, contrario a su vez a lo que pensaban sus padres, los cuales no estaban de acuerdo con su decisión, ni menos con su altanería, pero de igual forma se internó en la mar rumbo al Nuevo continente.

Un día de 1704, Alejandro fue abandonado por su barco Cinco Puertos, expulsado por el capitán Hradling, tras una discusión entre ambos, aceptando el joven marinero quedarse en medio de la isla con unos cuantos implementos, dentro de los cuales se cuenta llevaba una biblia, un rifle y un poco de pólvora, tanto así que tuvo que sobrevivir y aprender a abastecerse con las cosas que el peñasco ofrecía, durante largos años. A la llegada del capitán del barco a la isla, este aventurero marinero halló el momento perfecto para decidir quedarse en el solitario lugar, como remplazo de los hombres que dicho barco había venido a rescatar, pues esa era la misión del Cinque Ports, recoger a cinco marineros que habían quedado abandonados por Dampier tiempo anterior.

En reemplazo de los que el buque había recobrado i de quienes probablemente se informó sobre el lugar, sin más equipaje que su biblia i su fusil, su voluntad y un poco de tabaco, con la adición de su caja de ropa, una hacha, una libra de pólvora y otros utensilios. (Vicuña Mackena, 2010, p. 107)

Así se marchó el buque a la vela junto a su capitán Stradling, mientras que el solitario Alejandro, habría de permanecer unos largos cuatro años en la isla que hoy lleva su nombre. A su vez, también contaría unos marineros, compañeros de Selkirk en el Cinque Ports, que se habría guiado por unos sueños para tomar la posterior medida.

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Al principio, i según su propia confesión, una melancolía incurable le perseguía, i lejos, de preocuparse de su sustento, pasaba las horas hábiles del día en el morro que todavía se llama en la isla el divisadero de Selkirk, contemplando el ancho inmensurable océano, siempre grande, siempre solitario, eternamente mudo excepto en las horas de hórrida tempestad. (Vicuña Mackena, 2010, p.111).

Sin embargo esta amargura por querer recuperar su antigua vida tuvo que durar sólo unos meses, ya que el sustento le pedía aprender a conocer la isla, fue así que tuvo que verse enfrentado a la naturaleza del lugar, tuvo que correr tras los chivos para obtener la carne, entre los riscos, arriesgando muchas veces incluso su vida.

I solo en una ocasión estuvo en peligro de ser vencido por sus adversarios rodando a un abismo con un enérjico chivo que perseguía. Más cuando después de veinticuatro horas de aturdimiento pudo levantarse, al dirijirse a su choza, notó que se hallaba otra vez vencedor, porque el fujitivo yacía muerto bajo su cuerpo. (Vicuña Mackena, 2010, p.112)

 

Mirador Juan Fernandez

Tanto fue así que endureció sus pies con callos, aprendiendo a andar por los cerros, hecho por el cual no pudo usar zapatos al principio de su vuelta a Escocia. En cuanto a la fabricación de su vivienda, habría generado dos lugares para dormir y orar y otra para cocinar para así estar libre del humo, habría elegido un lugar al abrigo de los árboles y no muy vistoso para protegerse de hombres y perros enemigos, utilizó el cuero de los chivos para hacer su choza, cociéndola con los utensilios que obtuvo de los lobos marinos y de algún clavo de pedazos de madera que encontraba por la playa. Junto a la choza tendría agua abundante cerca para regar su huerto. “Los árboles le daban sombra en estío, el agua corría a su puerta bañando su pequeño huerto de hortalizas, regalo involuntario de los jesuitas a un ermitaño hereje” (Vikuña Mackena, 2010, p.113). Así vivió esos cuatro años y cuatro meses de aventura, muchas veces arrancando de las naves españolas e incluso huyendo de los balazos, cansado del correr del tiempo sin ningún barco amigo a la vista, hasta que el día 31 de enero de 1709 en su tradicional miradero divisa una bandera con colores amigos, que podría rescatarlo, “I esta vez el solitario de Juan Fernández no se equivocaba, porque era aquella una expedición compuesta de dos buques que al mando del capitán Woodes Rogers cinco meses hacía había salido de Bristol” (Vicuña Mackena, 2010, p. 114)

 

Llegando a la isla de Juan Fernández, encontrándose con una luminosa fogata en medio del bosque, que al día siguiente revelaría la sorpresa de un hombre completamente salvaje y rodeado de cabras. De esta forma Selkirk fue rescatado, aunque nostalgia sentía cuando veía alejarse el bellísimo lugar que le dio abrigo.

El mismo confesaba más tarde que su primera impresión, cuando vio alejarse de la playa el esquife que le dejaba solo en el mundo, fue una indecible agonía que inundó su alma intimidada, i que pidió a gritos a los remeros volvieran a llevarlo; pero ya era tarde, i la noche le encontró en el insomnio i en la desesperación como el finjido Robinson del novelista. (Vicuña Mackena, 2010, p. 110)